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Sobre los huesos de los muertos - Reseña

Autor: Olga Tokarczuk (Sulechów, Polonia 1962 - )

Título original: Prowadź swój pług przez kości umarłych

Idioma original: Polaco

Año de publicación: 2009


Autor de la reseña: María Elena Rodríguez



“Con nadie se habla mejor que con una misma. Al menos no hay malentendidos.”

Así lo piensa Janina Duszejko, narradora y protagonista de la novela Sobre los huesos de los muertos, escrita por la polaca Olga Tokarzcuk, Premio Nobel de Literatura.

Janina me atrapó enseguida. Tal vez, porque me identifiqué con muchas de sus reflexiones; esas que se vuelven incesantes en la mente cuando buscamos desentrañar respuestas a la vida, después de haber bajado la guardia frente a nuestras batallas personales:

“Hay que tener los ojos y oídos abiertos, aprender a relacionar los hechos. Ver las semejanzas allí donde otros ven diferencias, recordar que ciertos sucesos tienen lugar en niveles distintos o, por decirlo, con otras palabras, que acontecimientos diferentes son diversos aspectos de un mismo fenómeno. El mundo es una gran trama, no hay hechos aislados.”



O también, por decir cosas tan curiosas como que “la sal ayuda a pensar con rapidez.”

Ella es jubilada. Se dedica a enseñar inglés en la escuela de una aldea remota ubicada en la frontera entre Polonia y la República Checa. Ciudadana políticamente incorrecta, tiene, además, una actividad poco usual: cuida casas de descanso, ubicadas en los alrededores de dicha aldea. Siempre hay frío, y se lo siente durante toda la narración.

En cuanto a los afectos convencionales –una pareja– por ejemplo, proyecta total desapego y, hasta escepticismo.


“Cómo es posible que la gente viviera junta decenas de años en un espacio pequeño. Que durmieran en una misma cama echándose el aliento mutuamente. Y molestándose sin querer durante el sueño. No era que no me hubiera pasado a mí también. Durante tiempo dormí con un católico en la misma cama y aquello no salió nada bien.”


Además de esta revelación, profesa relaciones de amor y odio con su madre y abuela, muertas las dos. Sí, así mismo. Dos presencias que se le revelan en sus momentos más intensos e inesperados, y en un lugar especial: las calderas de su casa; tal vez como una metáfora de las sombras que la acompañan.

Si de instinto materno se trata, lo expresa bien cuando se refiere a sus dos perras que fueron por largo tiempo compañeras—amigas, desaparecidas misteriosamente.

Aunque se declara atea y prefiere entregar todo a la sabiduría de las estrellas, puesto que es una astróloga aficionada, cree en la oración y la identifica como un estado:


“Pensar en paz, no desear nada, simplemente poner en orden la propia cabeza.”


Sobre los huesos de los muertos, cuenta la historia de la muerte de un vecino de Janina. Se presume que fue por asfixia, atragantado con un hueso de corzo, cérvido cazado por él mismo. Después, seguirán asesinatos a un traficante de pieles, un político local y, el cura del pueblo.

La obra nos revela que todos esos personajes son cazadores furtivos e irrespetuosos con el bosque, y estos hechos hacen que la trama tome un giro demoledoramente inesperado.

Ella, que es defensora de los animales, escribe cartas a la policía local demandando controles, pero la ignoran. Más de una persona la considera loca. Sus reflexiones sobre la conciencia animal son muy profundas:


“De un país dan fe sus animales.”

“Los animales se están vengando de la gente. Son fuertes y sabios, no sabemos cuánto.”

“Me encantaría saber cómo ve el mundo un murciélago.”

“No mates mariposas ni polillas, pues el juicio final ya se aproxima.”

“Un caballo maltratado en el camino clama al cielo pidiendo sangre humana.”

“Desde muy lejos, vi también a un zorro al que yo conocía y llamaba el cónsul por su elegancia y buenas maneras.”

“Un petirrojo en una jaula pone furioso al Cielo.”


A pesar de su carácter fuerte, una reflexión sobre las cosas materiales la muestra como compasiva y, hasta benevolente:


“Se trata de una casa antigua, en mal estado, y da la impresión de que pide que la dejen en paz, a fin de que pueda terminar de descomponerse.”


La mujer también especula sobre el cuerpo, y el suyo propio:


“Estuve varios días en cama, sufriendo la rebelión de mi cuerpo.”

“Habitamos el cuerpo, ese equipaje molesto del que en realidad no sabemos nada de él y necesitamos emplear diferentes herramientas a fin de conocer sus procesos más sencillos.”

“¿En qué mundo vivimos?: Uno donde el cuerpo de un ser es convertido en calzado, las albóndigas, en salchichas, en una alfombra que se tiende junto a la cama, en caldo hecho con huesos de otro ser. Calzados, sofás, bolsos para llevar colgados al hombro, hecho con el estómago de otro ser, seres cortados en pedazos y fritos en aceite.”


Luego de sus intentos fallidos con la policía buscando protección para los animales; encuentra refugio en la poesía de Wiliam Blake, de la cual, es su traductora. Al final, alza los brazos, como resignada ante la irracionalidad del hombre. Por eso, ya sin miedo, y sabiendo que no ya no hay nada que perder, evoca su juventud cuando fue campeona de lanzamiento de bala, todavía guarda fuerza. Es obsesiva en sus búsquedas de respuestas y la astrología la ampara:


“Estoy convencida de que hay un libreto ya establecido por las estrellas y los planetas."

Para ella, el mundo es una inmensa trama en la que no hay cabos sueltos ni hechos aislados. Sus amigos son solitarios como ella: Pie Grande, Pan de Dios, Buena Nueva y el padre Susurro, son los nombres curiosos con los que los identifica.

Janina, es sensible frente al mundo, al medio ambiente y, con los animales especialmente. Para expresar esa afinidad, no deja de evocar, a veces, con desesperación, la poesía de William Blake:


“Lleva tu arado a través de los huesos de los muertos.”



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